Es curioso hasta donde pueden llegar las personas con tal de asegurar su zona de comfort. Es fácil quejarse, es fácil escudarse en defender miles de causas perdidas con tal de seguir haciendo lo mismo, consiguiendo los mismos resultados, y evadiéndose del mayor número de responsabilidades posibles. Más tarde entonces, cuando el precio de mantener esta zona es cobrado, todo mundo tiene la culpa menos la persona, y en caso de que no haya nadie al rededor a quien echarle la culpa, entonces Dios tiene la culpa, pues que carajo, si el nunca se queja, y no puede ni va a decir nada al respecto.

Pago el pato. Pago que creas que creí, pago que creas que algúna vez creí. Nunca me gustaron las peleas, nunca me gustó como encontrabas siempre la manera de no solamente llevarme la contraria, sino sacarme de mis casillas. En la secundaria, en alguno de mis trabajos me encontré con personas que eran así, que les gustaba molestar por el simple hecho de ver como la gente se molestaba. Después aprendí un poquito de psicología, aprendí que un niño hace cosas buenas para que lo quieran y llamar la atención, y si no funciona, hace cosas malas también para llamar la atención. Adivina a cual grupo perteneces.

Ni bueno ni malo. Ni quiero que te vayas ni me quedan apegos. Ni rencor ni nostalgia. Ni odio ni ni amor. Se me hacían bien ridículas las personas que de un de repente agarraban todos sus recuerdos y formaban una bonita hoguera, y movían todos sus muebles de lugar y se cortaban el pelo y se compraban ropa y zapatos con tal de alcanzar el día siguiente y no lamentarse por el de hoy. Ahora me han salido pelos. Ahora los entiendo. Ahora ya pasó, y no volverá a pasar, porque creo que tengo lo suficiente como para no cometer los mismos errores que he cometido, para no topar con la misma piedra, para darle la vuelta en cuanto se vislumbra en el horizonte, ni siquiera cuando ya la tengo enfrente. Ya sé valorarme, ya sé identificar personas que se valoran. Ya me quiero, y ya puedo ver a personas que se quieren. Ya no me peleo con nadie, ni conmigo, mucho menos contigo. Si te veo ni te conozco, y si no te veo pues que mejor. Estar cerca de tí es tan nocivo.

Que bonito pensar que eres la única persona que puede mentir. Que bonito pensar que eres la única persona que puede seguir adelante. Hubo algo que me llamó tanto la atención. Y es que me contagié. Me contagié y cuando ví de que estaba contagiado tuve miedo, porque para algo así te contagie tiene que ser realmente poderoso. Vi tu semblante, sin hacer gesticulación algúna, completamente relajado, y ví tedio, hastío. Recordé esa mísma expresión en mi rostro algúna vez ya hace bastantes años. Recordé que esa expresión habitaba en mí porque como según yo era el listo y el inteligente, todos los demás eran unos brutos babosos aburridos, y eso me hartaba. Nadie era digno de mi atención porque todos eran unos tontos aburridos. Y el vivir rodeado de tontos me hartaba y sí, estaba harto del mundo. Luego crecí y me dí cuenta que el tonto era yó y que la inteligencia no lo es todo. La inteligencia no lo es nada de hecho. Es una vil herramienta. La razón es un ente inanimado. La carne, los huesos, el corazón latiendo detrás de esa razón y esa inteligencia es lo que te mueve y te hace disfrutar o sufrir la vida. Y me harté de estar harto, y salí a corregir ese concepto erróneo en mí de que el que domina la mente lo domina todo. Pff, pobrecito de mí en aquel entonces. Pero es una enfermedad latente en mí y lograste sacarla. Logré hartarme de tí. Lograste darme lástima. Lograste recobrar mi atención.
Ahóra sí es como si nunca hubiera pasado. Ahora sí que entiendo que todo fue un error, pero un error necesario para que yo creciera, y lograra un aprendizaje. Berrinches se los puedes hacer a todo el mundo, pero solo se quedará contigo aquel que también solo con berrinches pueda llamar tu atención. Igual que con los niños chiquitos, para mí la mejor solución para corregir los berrinches de un niño pequeño es simplemente ignorarlos. Y ahora todo esto pasa al olvido, porque lo que tenía que aprender, ya lo aprendí. Quien te ama no te juega, ni te usa, ni te engaña. Aunque ya todo haya pasado. Quien te ama y se respeta te seguirá amando, sí, pero también respetándote. Conservo a mis amigas, a pesar de lo que haya pasado. Tu ya no lo eres más, ni amiga, ni amor, ni odio. Olvido solamente. Te recordaré cuando te respetes.